Si constantemente pospones la alarma, pides comida a domicilio a pesar de tener una despensa llena y rechazas todas las invitaciones por falta de energía, es posible que sufras de una pereza persistente, que tu entorno tacha de casi enfermiza. Sin embargo, lo que puede parecer simple desidia podría ser un signo de neurodivergencia. A continuación, te presentamos los síntomas que indican que esto va más allá de la flojera.
Qué es la neurodivergencia
Al escuchar este término, quizás te veas reflejado en la facción de los “Audaces”, los “Eruditos” o los “Altruistas”. Es probable que pienses en Béatrice Prior, Caleb y Cuatro de la famosa trilogía “Divergente”. Aunque esta saga distópica se aleja bastante de la realidad, sí refleja aspectos de la neurodivergencia. Ser neurodivergente significa tener un funcionamiento neurológico diferente a lo que se considera “típico” o “neurotípico”.
La forma de pensar, aprender, percibir, sentir o interactuar con el mundo es menos “familiar”. Es como si quienes padecen esta condición no compartieran los mismos códigos que los demás y hablasen un lenguaje “especial”. Su cerebro no está diseñado de la misma manera, y eso no implica que falte algo en él.
Este término, que podría parecer parte de un lenguaje técnico, se encuentra muy presente en nuestra cotidianidad. Se manifiesta en trastornos que comienzan con “d”, como la dislexia, la dispraxia o la discalculia. También resuena en las aulas a través del TDAH, un trastorno cada vez más común entre los niños. Asimismo, se expresa en el alto potencial intelectual (HPI).
En resumen, la neurodivergencia está en todas partes y no siempre es fácil de identificar. Lejos de limitarse a comportamientos “espectaculares”, puede infiltrarse de manera más discreta. Así lo establece el psicólogo Bijal Chheda en una entrevista con el HuffPost UK. Si eres un experto en la pereza, dejas de lado la ducha una noche sí y otra también, y te cuesta salir de la cama, esto puede ser la expresión silenciosa de una neurodivergencia.
Cuando levantarse de la cama se convierte en un reto
El despertador suena insistentemente en tu mesita de noche, pero no logras emerger. Te refugias bajo las cobijas y te conviertes en uno con el colchón. Mientras otros se levantan con los ojos entrecerrados o saltan a sus pantuflas, tú eres como la Bella Durmiente, atrapado en tu sueño. Y no se trata de “no ser una persona matutina”. La razón es otra: el famoso “crash” emocional. El cuerpo y la mente activan un modo de pausa forzada que dificulta incluso las acciones más simples, como preparar un café o ponerte un par de pantalones.
¿Y si descuidar la higiene no es pereza?
Saltarse la ducha, usar el mismo chándal durante días o evitar lavarse los dientes son comportamientos que fomentan la sensación de flojera. Sin embargo, el Dr. Chheda recuerda que “descuidar la higiene personal o incluso las tareas básicas de mantenimiento puede ser un reflejo de sentimientos de entumecimiento o desesperanza, síntomas a menudo vinculados al trastorno depresivo mayor”. En otras palabras, no se trata de falta de disciplina, sino de un cerebro que prioriza la supervivencia emocional sobre el rendimiento cotidiano.
El deseo de aislarse: un instinto de protección
Cancelar una reunión o retirarse de una conversación grupal sin aviso previo no siempre es descortesía. Para algunas personas, especialmente las neurodivergentes, esto puede ser un mecanismo de defensa ante una sobrecarga sensorial. “Para muchas personas en el espectro autista, esto puede ser una respuesta protectora a la sobrestimulación”, señala el Dr. Chheda. En esta situación, incluso una charla ligera puede resultar agotadora.
Fatiga decisional: cuando decidir se vuelve un desafío
¿Qué cenar esta noche? ¿Qué ponerse mañana? Estas decisiones parecen triviales, pero pueden volverse paralizantes. “Si las respuestas habituales de una persona son ‘me da igual’ o ‘tú decides’, no necesariamente son indecisas. Pueden estar simplemente mentalmente agotadas”, explica el Dr. Chheda.
Este fenómeno afecta particularmente a las personas ansiosas o con depresión funcional: aparentan estar calmadas en la superficie, pero su mente está en constante actividad. Como resultado, hasta una elección sencilla se convierte en un desafío inalcanzable. En algunos casos, pueden renunciar a vestirse o comer para evitar tomar una decisión.
La explicación más sencilla no siempre es la más adecuada. A veces, es necesario profundizar para ver más allá de la pereza, una diagnosis que se convierte en una carga culpabilizadora. Lo que los demás ven como falta de voluntad, desinterés o negligencia es, en realidad, un reflejo de un malestar más profundo.