En una investigación destacada, el New York Times pone de relieve la creciente figura de los “hombres performativos”: aquellos que adoptan los códigos del feminismo sin necesariamente abrazar sus valores. Detrás de esta tendencia se encuentra una reflexión sobre el verdadero compromiso, la imagen y la autenticidad.
Emergencia de un nuevo perfil de aliado… muy estilizado
El “hombre performativo” cuida meticulosamente su imagen de “buen aliado” feminista. Tote bag, matcha helado, un libro de Sally Rooney o Joan Didion bajo el brazo, gorra vintage, auriculares con cable: todo en su estilo busca señalar suavidad, apertura mental y un rechazo a la masculinidad tóxica. “Se convierte en un moodboard ambulante de marcadores de tendencia que expresan dulzura, elegancia y un enfoque feminista que posea o no,” analiza la investigación del New York Times.
Aunque este análisis provoca sonrisas e inspira incluso concursos satíricos en Seattle y Nueva York donde hombres “compiten” por encarnar este estereotipo, plantea una interrogante más profunda.
Cuando el feminismo se convierte en accesorio
A lo largo de las entrevistas, numerosos observadores apuntan que estos “hombres performativos” se apropian sobre todo de signos externos: “A menudo, no saben de qué están hablando. Para ellos, es solo una cuestión de estética,” afirma Lanna Rain, coorganisadora de un concurso en Seattle. En Nueva York o en TikTok (donde el hashtag #performativemale acumula más de 28 millones de vistas), el fenómeno tiene la apariencia de un meme colectivo, a menudo irónico y a veces reclamado por los propios interesados.
Durante los concursos, cada contendiente es sometido a preguntas básicas sobre feminismo. El resultado es contundente: son muy pocos los que pueden ir más allá de la mera exhibición y responder de manera precisa a cuestiones reales sobre los derechos de las mujeres. Muchos “interpretan un papel”, adoptando una postura social que se ha convertido en un nuevo marcador de pertenencia en ciertos círculos.
Generación Z: búsqueda de autenticidad y denuncia de lo fingido
Este gusto por la estética comprometida no escapa a la vigilancia de la Generación Z, que las investigaciones presentan como apegada a la autenticidad. Algunos denuncian un “feminismo de fachada” o, peor aún, una instrumentalización de la lucha feminista con fines de conquista o notoriedad social: “Es literalmente posering, la versión 2020 de aquel estudiante que usaba camisetas de bandas sin conocer la menor canción,” señala la periodista Casey Lewis. Las redes sociales se convierten así en el campo de batalla entre “verdaderos” y “falsos” aliados.
Un reflejo de las paradojas masculinas contemporáneas
La investigación del New York Times abre, por ende, una reflexión más amplia: en una época donde la masculinidad es objeto de debate, donde la presión por ser un “buen hombre” nunca ha sido tan fuerte, la aparición de estos “hombres performativos” revela una tensión entre la necesidad de pertenecer a una comunidad vista como progresista y la tentación de limitarse a la apariencia sin un trabajo interno o cuestionamiento profundo.
“Intentan alinearse con lo que creen que les gusta a las mujeres feministas,” estima Guinevere Unterbrink, organizadora de concursos satíricos, subrayando un deseo de integración junto con un rechazo a perder sus privilegios. Algunos participantes adoptan incluso una “metaironía”, reivindicando el papel de performativo como una postura defensiva.
¿Debería preocuparnos?
Si bien el fenómeno puede resultar cómico, también suscita desconfianza entre las feministas que recuerdan que el verdadero compromiso no se basa en una estética, sino en acciones concretas. “Es respondendo a las preguntas del concurso que se entiende pronto que el feminismo de los performativos se queda en la portada de un libro o al fondo de una taza de matcha,” concluye uno de los organizadores entrevistados.
Esta investigación del New York Times pone al descubierto una faceta de la modernidad: mientras las apariencias progresistas se multiplican, el verdadero desafío del compromiso sigue siendo, más que nunca, la sinceridad y el paso a la acción real.