Llegar tarde al trabajo es una situación que todos hemos experimentado en algún momento. Ya sea por problemas de transporte, un despertador que no sonó o un imprevisto con los niños, todos hemos llegado unos minutos después de nuestra hora de inicio. Y, de manera casi automática, hemos comenzado a disculparnos. Sin embargo, esta no es la mejor manera de responder ante un retraso laboral. Aquí te explicamos lo que deberías decir en lugar de preguntar disculpas.
Disculparse por un retraso, un error común
Llegar tarde al trabajo no es tan grave. Entre los problemas en el metro, imprevistos de última hora y fallos en el despertador, es evidente que nuestra rutina no siempre sigue un horario estricto. Hay días en los que todo parece ir en contra. Cuando llegas quince o veinte minutos después de lo previsto, es común querer pasar desapercibido. Te acomodas rápidamente en tu asiento, esperando que tu jefe no te note. Pero aunque tu ausencia fue breve, seguramente no pasó desapercibida, y sabes que tendrás que enfrentar un “regañina” con un tono condescendiente.
Cuando tu superior te pregunta por qué llegaste tarde, no lo piensas: sacas a relucir una disculpa sincera y te retraes en la culpa. “No volverá a pasar” o “Tuve un contratiempo, pero recuperaré el tiempo durante mi hora de almuerzo”. Estas frases, sin duda, han salido de tu boca en alguna ocasión.
Sin embargo, al pronunciar estas palabras, validas una dinámica de micromanagement. La famosa regla del dominador y el dominado, donde todo está controlado y cualquier desliz requiere justificación. Es importante recordar que tu jefe puede usar esto en tu contra. Tu disculpa es un regalo para tu superior, quien podría interpretarlo como una falta de confianza y aprovecharse de la situación. Esto podría sugerir también que asumes toda la culpa, incluso cuando no es completamente tu responsabilidad.
Lo que deberías responder para mantener la profesionalidad sin ceder
Cuando llegas tarde al trabajo, es habitual encorvarse y buscar el perdón de tu superior. Intentas compensar esos minutos de ausencia en la hora del almuerzo, incluso sacrificando tu comida. Sin embargo, esto es precisamente lo que no deberías hacer, ya que corres el riesgo de ser percibido como la “víctima” de la empresa o como el subordinado obediente. No es momento de estar a la defensiva ni de amenazar con renunciar. Tampoco es el momento adecuado para señalar las fallas en la compañía. Aprovechar una situación así para ajustar cuentas no trae nada positivo. En un video, Kilyan Le liard, un creador de contenido sobre el entorno laboral, ofrece recomendaciones adicionales sobre esta dinámica.
Kilyan, quien busca establecer bases saludables en el entorno laboral, aconseja primero formular una pregunta para clarificar la situación: “¿Realmente necesitabas que estuviera aquí a las 9 en punto para un asunto específico?”. Luego, sugiere redirigir el enfoque a lo que realmente importa: tu contribución activa a la empresa. Una frase efectiva podría ser: “Estoy al día con mis tareas; si algo está bloqueando su avance, estoy disponible ahora”. Finalmente, puedes proponer una reunión real para discernir si la puntualidad se ha convertido en un tema importante y para conocer las intenciones de tu manager. De esta manera, demuestras profesionalismo y respeto sin someterte.
¿Por qué funciona esto? Porque rechazas la postura de “culpable por defecto”, te enfocas en lo que realmente importa y mantienes el control sin faltar a la cortesía. Y si tu jefe no capta el mensaje, tienes a tu disposición la frase comodín: “Cuando llego tarde, se hace un comentario al respecto, pero cuando me quedo trabajando hasta más tarde y excedo el horario, nadie me dice nada”.
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Cuando los empleadores preguntan, es una evaluación
Esa famosa pregunta “¿por qué llegaste tarde?”, que a menudo vivimos como una reprimenda encubierta, es en realidad una evaluación. Los empleadores quieren medir tu comportamiento y ver si permitirá que un sentimiento de inferioridad te domine o si mantendrás la compostura. Es una buena manera de evaluar tu resistencia ante situaciones de presión. Como señala este coach de nueva generación, “es un examen para determinar si te vas a someter, si te vas a disculpar por existir o si vas a reorientar las prioridades”.
No obstante, si el retraso se vuelve una costumbre, puede afectar rápidamente tu reputación. Si es ocasional y solo ocurre en raras ocasiones a lo largo del año, en medio de huelgas o manifestaciones, no te excuses tan fácilmente. Intenta comprender por qué tu retraso molesta a tus superiores. ¿Es porque había una urgencia real o simplemente se trata de ejercer el poder del “más fuerte”?