En China, está surgiendo un fenómeno social de gran magnitud: un número creciente de mujeres opta por vivir en espacios exclusivamente femeninos, alejadas de las miradas masculinas y de las presiones sociales. Según un reportaje del medio Scroll.in, la demanda de estas viviendas no mixtas sigue en aumento, a medida que las mujeres chinas adquieren mayor autonomía financiera y reivindican su derecho a la tranquilidad, la seguridad y la independencia.
Un refugio lejos de las presiones sociales
Las residencias destinadas a mujeres, frecuentemente ubicadas en grandes ciudades como Pekín o Shanghái, ofrecen mucho más que un simple techo. Se han concebido como entornos que promueven el bienestar mental y emocional, libres de juicios masculinos y acosos. Para algunas, es una pausa tranquila; para otras, un refugio tras haber vivido experiencias traumáticas en espacios públicos o laborales.
La necesidad de contar con espacios no mixtos también se explica por la presión familiar que muchas enfrentan. Como muestra el reportaje de Scroll.in, numerosas residentes comentan su deseo de escapar de las eternas preguntas que les hace su entorno: “¿Cuándo te vas a casar?”, “¿No quieres tener hijos?”, “¿No tienes miedo de quedarte sola?”. Estas son solo algunas de las imposiciones que muchas han decidido no tolerar más.
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La emergencia de una nueva forma de sororidad
Estas viviendas también son espacios que fomentan la solidaridad. Muchas mujeres encuentran en ellas apoyo, escucha y un sentido de comunidad. Algunas viven ahí de manera temporal, mientras que otras optan por quedar a largo plazo, afirmando completamente su elección de vida. Para varias residentes entrevistadas, vivir entre mujeres es una manera de reconstruirse, de concentrarse en sí mismas o, simplemente, de sentirse finalmente en paz.
Mientras los roles tradicionales de la mujer en China permanecen firmemente arraigados, este fenómeno refleja un cambio significativo: las mujeres chinas, más independientes y educadas que nunca, eligen su propia definición de felicidad – y a veces, esta comienza detrás de una puerta… sin hombres.