Lo que evitas decir en voz alta, pero que tu cuerpo repite cada día

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¿Crees que puedes ocultar lo que sientes? Tu cuerpo, sin embargo, no miente. Fatiga, estrés y emociones reprimidas: nuestros gestos, posturas y reacciones físicas a menudo comunican más que nuestras palabras.

El cuerpo, un mensajero silencioso de las emociones

Nuestro lenguaje corporal es un canal de comunicación tan poderoso —y a veces más sincero— que nuestras propias palabras. Según el psicólogo Albert Mehrabian, en una comunicación cargada de emociones, solo el 7 % corresponde a las palabras, mientras que el 55 % se transmite a través de señales no verbales y el 38 % por el tono de voz. Esto implica que nuestro cuerpo expresa, de manera constante, lo que pensamos o sentimos, incluso de forma inconsciente.

Un suspiro largo, una mandíbula apretada o unos hombros caídos pueden revelar un agotamiento, una ansiedad persistente o un cansancio emocional que no nos atrevemos a verbalizar.

Fatiga mental y señales físicas

El estrés crónico, por ejemplo, se manifiesta en el cuerpo. La estudio Whitehall II, realizado en el Reino Unido, demuestra que el estrés prolongado está íntimamente relacionado con tensiones musculares constantes, trastornos digestivos, dolores de espalda y un deterioro en la calidad del sueño.

La fatiga, aunque no sea expresada, puede observarse en la postura: rigidez, movimientos más lentos y respiración superficial. Es una forma de lenguaje corporal que traduce una sobrecarga —ya sea física o mental.

Las emociones reprimidas se expresan en otro lugar

Investigaciones en psicología somática han demostrado que ciertas emociones que no expresamos verbalmente se manifiestan a través de síntomas físicos. En un artículo publicado en Frontiers in Psychology, los investigadores Nummenmaa et al. han mapeado las zonas del cuerpo activadas por diferentes emociones, mostrando que cada sentimiento tiene una firma corporal observable, incluso sin expresión verbal.

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Por ejemplo:

  • Una ira contenida puede generar tensión en los puños, el cuello o el abdomen.
  • Una tristeza no expresada puede manifestarse en un enlentecimiento de los movimientos y en dolores difusos.
  • El miedo, aunque esté oculto, provoca micro-reacciones fisiológicas que pueden ser medidas: sudoración, aumento del ritmo cardíaco y dilatación de las pupilas.

El lenguaje del cuerpo en el trabajo

En el ámbito profesional, nuestro cuerpo también desempeña un papel revelador. Un estudio publicado por Occupational Medicine mostró que el estrés laboral crónico está asociado con dolores musculosqueléticos, un aumento de los trastornos digestivos y una postura a menudo alterada.

Esto se vincula con el concepto de “burn-out corporal”, donde el cuerpo empieza a expresarse en lugar de una mente que ha permanecido en silencio durante mucho tiempo: dolores de cabeza, infecciones recurrentes, fatiga extrema o trastornos del sueño.

¿Cómo decodificar estas señales?

Prestar atención a nuestras reacciones físicas puede convertirse en una herramienta valiosa para entendernos mejor. Enfoques como la atención plena (mindfulness), validados científicamente, ayudan a reintegrar la percepción corporal en la gestión de emociones. Al observar lo que nuestro cuerpo expresa —sin juicio— podemos restablecer un vínculo entre la percepción y la expresión, evitando que todo se traduzca en síntomas.

Incluso sin una palabra, tu cuerpo habla. Cada tensión, cada dolor inexplicable o cada aliento corto puede señalar lo que no te atreves a formular. Escucharlo es comenzar a expresar lo que sientes —sin necesidad de gritarlo.



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