En general, las amistades suelen terminar por discusiones o se desvanecen debido a la distancia. Sin embargo, en tiempos de crisis financiera, cada vez más personas eligen sacrificar sus amistades para cuidar su bolsillo. Entre salidas al cine, cenas afuera, cumpleaños y despedidas de soltera, la amistad puede rápidamente vaciar nuestra cuenta bancaria. Esto ha dado lugar a un nuevo fenómeno: la friendflation.
La friendflation, cuando la amistad está fuera de presupuesto
Es cierto que «el dinero no trae la felicidad», pero a menudo es necesario para mantener una amistad y participar en las actividades que surgen. Con los cumpleaños, celebraciones, viajes entre amigos, despedidas de soltera, bolos cada fin de semana, brunch diarios y juegos de escape… el placer de la amistad puede dejar nuestra tarjeta de crédito temblando. Sobre todo en tiempos difíciles, donde incluso los más simples eventos adquieren una relevancia desproporcionada; hasta el cumpleaños del gato se celebra como si fuera una ceremonia real. En este contexto de constante aumento de precios, la carga económica de la amistad se vuelve más complicada de sobrellevar.
En el restaurante, optamos por una simple entrada aduciendo que no tenemos apetito. En el cine, renunciamos a las palomitas, a pesar de su atracción desde el otro lado del mostrador. Y en el bar, pedimos simplemente un vaso de agua para evitar desembolsar 15 € por un cóctel demasiado dulce. Algunas personas llegan incluso a tomar decisiones drásticas: declinan todas las invitaciones y se alejan gradualmente de las salidas que terminan resonando en su tarjeta de crédito. Prefieren romper una amistad que vaciar su billetera y se desisten cada vez que hay que poner la mano en el bolsillo. Los especialistas han apodado a este fenómeno la friendflation.
Mientras que en la infancia las amistades se construyen con bonitos dibujos y pulseras de hilo, en la adultez requieren un considerable gasto que podría destinarse a facturas, compras y otras necesidades más “esenciales”. Las amistades, aunque valiosas, no se sostienen solo en el amor.
El verdadero costo de una amistad
La friendflation no es una excusa de «tacaño», es una realidad. No se puede llegar con las manos vacías a un cumpleaños ni dejar caer la excusa de “olvidé mi tarjeta” en el restaurante, ni irse antes de que todos paguen su parte. Participar en un evento significa que el dinero se esfuma en regalos, sobres y un “te invito una bebida”. Es inevitable. Estos gastos, sumados, podrían cubrir una buena parte de las facturas mensuales. Según una encuesta realizada en Estados Unidos a 1000 participantes, tener amigos cuesta un total de 393 dólares al mes, lo que equivale a aproximadamente 335 €.
Y eso sin contar los matrimonios, cumpleaños y viajes, que en promedio representan 5814 dólares al año (casi 4959 €). En definitiva, la amistad en sí misma es «gratuita», son los eventos que la acompaña los que nos hacen entrar en números rojos. Algunos optan por priorizar su economía sobre sus amistades, mientras que otros siguen el mantra «YOLO» y gastan como si cada día fuera el último. Por supuesto, cuando se comparan todos los gastos al centavo y un amigo organiza fiestas al estilo «Proyecto X» o en restaurantes de lujo, se genera una desconexión. La friendflation socava los vínculos.
Reducir la cuenta para mantener la amistad
La friendflation resalta las desigualdades financieras. Es aún más evidente cuando nuestro estatus social es inferior al de nuestros amigos. Cuando se vive con un salario justo y nuestros seres queridos ocupan puestos bien remunerados, nuestra percepción del dinero varía notablemente. Para aquellos en situaciones económicas precarias, los gastos relacionados con la amistad pueden parecer un derroche, mientras que los más acomodados apenas los notarán en su saldo. Sin embargo, cuando ya no se puede seguir el ritmo de las salidas, se comienza a hundir en la soledad.
Sin embargo, la riqueza emocional que ofrece la amistad es invaluable. Cuando los lazos de amistad se debilitan, es nuestro bienestar emocional el que sufre. Por ello, es esencial cuidar de nuestras amistades sin arruinarse ni caer en números negativos. ¿Quién dice que hay que ir a un restaurante de moda para compartir momentos? ¿Quién afirma que se necesita una tarjeta de crédito para divertirse con amigos? Una cena en casa con mantel blanco o un juego de escape improvisado en el edificio pueden ser igual de gratificantes.
Desafía las normas de la sociedad consumista y busca alternativas que solo requieran sonrisas. Un brunch junto al agua, una noche de pijamas frente a Netflix o una tarde de retratos en el parque… la friendflation debería recordarnos que la amistad no tiene precio y puede florecer en la sencillez. Una verdadera amistad no se mide por el valor de un regalo, sino por las sonrisas compartidas y los recuerdos construidos.