Es probable que te consideres un modelo de conducta en sociedad y no te percibas como alguien hiriente. Sin embargo, con gestos involuntarios, palabras mal elegidas o comportamientos demasiado familiares, puedes estar infringiendo códigos de buena educación sin darte cuenta. Estos comportamientos, que a simple vista parecen inofensivos, pueden perjudicar tu imagen pública y ser interpretados como una falta de respeto.
Estar en el teléfono mientras alguien habla
Mientras que algunas personas colocan su teléfono pantalla abajo sobre la mesa o lo guardan en su bolso durante una conversación, hay quienes lo sacan sin pensarlo, como si hubiera una urgencia con los mensajes. Quizás también tengas esta costumbre de desplazarte por tu celular mientras una persona a tu lado comparte sus problemas o anécdotas.
Esta actitud, además de ser un silencioso desaire, demuestra desinterés. Es como si tu interlocutor estuviera hablando a una pared. Aunque intentes dar señales de que estás siguiendo la conversación con sonidos de aprobación, realmente no estás prestando atención, y esto puede herir al otro.
Interrumpir a alguien durante una conversación
Una persona está en medio de una narración y todos parecen cautivados por sus palabras, excepto tú, que no puedes contener tus impulsos. En lugar de esperar a que termine su idea, te lanzas a interrumpirla, robándole la palabra sin pedir disculpas. Seguramente en la escuela eras ese compañero que respondía sin levantar la mano.
No siempre es fácil contener las ideas que surgen repentinamente. A veces, el temor a perder el hilo del discurso nos lleva a interrumpir. Las personas diagnosticadas con TDAH, por ejemplo, tienden a cortar la palabra y adelantarse a los discursos de otros, lo cual puede ser visto como una falta de respeto o un comportamiento inapropiado, aunque en realidad puede reflejar una agitación interna.
El tutelaje excesivo y la familiaridad inapropiada
Para ti, tutear a alguien no implica falta de respeto, sino que es un medio para romper el hielo y conectar rápidamente. Así, te diriges a tus suegros como si fueran amigos, sin considerar las normas de cortesía. No obstante, muchas personas prefieren el “usted”, especialmente en el ámbito profesional, donde se espera seriedad y distancia.
En lugar de eso, observa y ajusta tu comportamiento: si sientes que aún no has alcanzado ese nivel de confianza, es habitual optar por un lenguaje más neutro y fórmulas educadas antes de dar el paso hacia la familiaridad.
Jamás llegar a tiempo a las citas
Sin duda, el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas es tu animal espiritual. Sin importar el evento, llegar tarde se ha convertido en tu especialidad. Tal es tu costumbre, que ya no sientes la necesidad de inventar excusas. Si bien tus amigos pueden bromear al respecto y regalarte relojes en tu cumpleaños, otras personas podrían interpretar este descuido como una falta de respeto, ya que implica que su tiempo es menos valioso que el tuyo.
Gestos demasiado físicos
Cuando conversas con alguien, no puedes evitar darle un codazo amistoso o colocar una mano en su hombro. Eres de los que abrazan como si dijeran hola y que no se conforman con un simple beso para saludar a un amigo. Sin embargo, hay personas que no manejan bien los contactos físicos y se tensan ante la proximidad corporal. Cuando la otra persona no está receptiva a este tipo de interacciones, tus gestos pueden ser percibidos como una falta de respeto, incluso como una invasión de su espacio personal.
Comentarios inapropiados
Recibir un cumplido siempre es halagador, excepto cuando no sabes medir tus palabras. Un cumplido sincero y bien formulado puede acercar y valorizar, pero otros pueden resultar fuera de lugar, especialmente si tocan aspectos sensibles como la apariencia física. Aun con la mejor intención, esos comentarios pueden generar incomodidad o malestar.
A menudo pensamos que la falta de respeto se manifiesta en acciones evidentes, como comer con la boca abierta o ocupar todo el asiento en el tren. Sin embargo, a veces se presenta de maneras más sutiles. La idea aquí no es culparse ni caer en la autocensura, sino simplemente aprender a reconocer los códigos sociales.