El Comité Permanente del Episcopado recordó hoy que la Iglesia no concibe al desarrollo sin considerar la sostenibilidad medioambiental, y planteó que una decisión basada sólo en intereses económicos «es éticamente inaceptable y deplorable porque constituye una mezquina burla de la sociedad».
La declaración del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh) lleva por título «Cuidemos los dones de la Creación» y fue dada a conocer este miércoles por el portavoz de la CECh, Jaime Coiro.
Los Obispos quieren contribuir su reflexión ante el debate público y la demanda social que se ha suscitado, tras la aprobación de la construcción de represas en Aysén, en torno a las políticas y la institucionalidad medioambientales en Chile. Invitaron a un diálogo serio, abierto e informado, evitando posturas confrontacionales, procurando un sano discernimiento para la acción y el compromiso ciudadano en un ámbito que nos interpela a todos.
Los pastores afirmaron la necesidad de reflexionar sobre el tipo de desarrollo que se pretende para el país: «El progreso, o es sostenible o no es progreso. En efecto, la Iglesia no concibe al desarrollo sin considerar la sostenibilidad medioambiental. Así pues, antes de afirmar la creciente demanda por energía como requisito para el progreso, es preciso abordar un proceso como país para construir en conjunto un modelo de desarrollo».
En su declaración, el Comité Permanente de la CECh sostuvo que «la ciencia sin conciencia constituye una verdadera amenaza para el bien común de la sociedad, y por eso el derecho al agua y a un medio ambiente no contaminado son reconocidos como derechos humanos fundamentales, que brotan de la dignidad de las personas, hijos e hijas de Dios».
Sobre el dilema de cómo compatibilizar el respeto por el medio ambiente con la creciente demanda por la energía, recuerdan que es un dilema fundamentalmente ético porque implica decisiones que afectan, a corto y largo plazo, la calidad de vida de todo un país.
«Una decisión basada sólo en intereses económicos es éticamente inaceptable y deplorable porque constituye una mezquina burla de la sociedad. Por el contrario, una respuesta humanizadora al desafío energético requiere un diálogo en el que todas las personas y comunidades, especialmente los más involucrados y afectados por las iniciativas, puedan participar y sus opiniones sean tenidas en cuenta para las decisiones que les afectan», señalan los pastores.