Fray Domingo Faúndez, quien fuera expulsado de la Iglesia Católica y de la Orden Siervos de María el 7 de julio de 2007 creó la Iglesia Apostólica Ecuménica «Santa María al Pie de la Cruz», construyendo con el aporte de feligreses un templo en el sector de Piedra Azul, Puerto Montt. Hoy el denominado mediáticamente «cura rebelde» analiza desde fuera la renuncia hace unos días del sacerdote Juan Braulio Cornejo, de la parroquia Cristo Crucificado, quien comentó a radio Bío Bío que dejó la Iglesia por profundas diferencias con la institución y su jerarquía.
«El dice no estar de acuerdo con la estructura de la iglesia romana, que no lo escuchan, que no tiene participación y no hay interés de cambio (en la Iglesia) aunque pidan perdón por la televisión, eso es falso porque no tienen ganas de cambiar», señaló Faúndez.
«Los obispos se creen semidioses pero para mí eso no corre, mientras no cambien esas posturas cerradas conservadoras de un poder que les conviene tenerlo, uno no tiene nada que hacer dentro y este sacerdote tal vez se cansó, pero no estoy de acuerdo en que haya dejado el ministerio, debiera haber hecho el cambio desde dentro o que haga como hice yo, que siga con su ministerio sacerdotal porque es muy valioso, porque no tiene que rendirle cuentas a dioses falsos – obispos, jerarquía, Papa – al único que hay que rendirle cuentas es a Dios, si Dios le regaló una vocación maravillosa que la siga ejerciendo en medio del pueblo», aseguró.
Ante la inversión millonaria en la compra de un casa para que vivan los Arzobispos en retiro, y que Monseñor Ezzati aclaró que la adquisición fue hecha mediante una fundación con recursos de la herencia del Obispo Sergio Valech, Fray Domingo no se mostró sorprendido declarando que cuando llegó Monseñor Cristian Caro a Puerto Montt «se invirtieron varios millones en su casa y en movilización, alrededor de 32 millones de pesos, entonces después se habla de la solidaridad de los pobres, que hay que vivir con pobreza, eso es falso porque se vive como príncipe, el voto de pobreza es voto de riqueza, una manera de vivir cómodamente bien y de hablar al mundo pero desde dentro somos como campanas vacías. Vean el aeropuerto, curas y religiosas vienen y van, siempre están con la maleta lista para partir», finalizó.