Bajo una intensa lluvia, la X Zona de Carabineros «Los Lagos», conmemoró el Cuadragésimo Tercer Aniversario de la Muerte del Mártir Institucional y Héroe Nacional Teniente Hernán Merino Correa, en la Plaza Los Héroes de Puerto Varas, ubicada en la Avenida Costanera de esa comuna, en la provincia de Llanquihue, ante la presencia de autoridades locales, medios de comunicación y la comunidad.
La solemne actividad, contempló el izamiento del pabellón nacional, un discurso del Jefe de la X Zona “Los Lagos”, General Alejandro Crestá Foradori; la develación del Busto del Teniente Merino Correa; una oración a cargo del Capellán institucional Padre Rimsky Rojas Andrade; una emotiva alocución del Alcalde de Puerto Varas Ramón Bahamonde Cea, quien agradeció a Carabineros de Chile por considerar a dicha ciudad para la entrega del busto del mártir institucional y la entrega de un recuerdo al Suboficial ® Washington Soto Vera, por su valentía al servir a la Patria y a la Institución junto al Teniente Merino en 1965.
Posteriormente, se procedió a la colocación de ofrendas florales de los Círculos de Alguaciles de Ensenada y Puerto Varas, Círculos de Suboficiales ® de Puerto Varas y de la Prefectura Llanquihue N°25, y de la Municipalidad de Puerto Varas y X Zona de “Los Lagos”.
El homenaje al Teniente Merino Correa culminó con un desfile institucional al mando del Teniente Coronel Marco Molnar Quilpatri, quien rindió honores a las autoridades presentes junto a la Banda instrumental del Regimiento de Infantería Nº12 Sangra, Estandarte y dos escuadrones de carabineros alumnos de los Grupos de Formación de Puerto Montt y Ancud. El General Alejandro Crestá destacó que “la X Zona de Carabineros ha conmemorado el cuadragésimo tercer aniversario de la muerte del Teniente Merino Correa, quien ofrendó su vida por la Patria, a través de la entrega del Busto de nuestro mártir y héroe nacional a la comuna de Puerto Varas, lo que ha tenido una connotación muy especial”.
HISTORIA
Los hechos que culminaron con su trágica muerte, comenzaron a gestarse en octubre de 1965, cuando el colono Domingo Sepúlveda se presentó en el Retén Lago O’Higgins, para denunciar que dos días antes había llegado a su casa una patrulla de la Gendarmería Argentina, cuyo comandante le exigió que concurriera a Río Gallegos, ciudad transandina, dándole un plazo de 25 días para normalizar su situación legal en el país vecino, bajo apercibimiento de detención si no cumplía dicho trámite en el tiempo indicado.
Con la finalidad de verificar esta denuncia, dar protección al colono y patrullar nuestro territorio en Laguna del Desierto, Carabineros envió al Mayor Miguel Torres, quien estableció una avanzada en los terrenos del denunciante. Desde ese lugar, una patrulla integrada por ese oficial, el Teniente Hernán Merino, un Sargento y dos Carabineros se trasladó ocho kilómetros al sur, donde levantó su campamento. Corría entonces el 5 de noviembre de 1965, jornada en la que dos cuadrimotores argentinos sobrevolaron las carpas de los carabineros, operación que también efectuaron a muy baja altura otros aviones pequeños.
Al día siguiente, el 6 de noviembre, el Mayor Torres recibió instrucciones para levantar el campamento y retroceder hasta la avanzada. Alrededor de las 16:30 horas, y cuando todo hacía pensar que el tema que los había llevado a ese sector de Laguna del Desierto ya estaba resuelto por los gobiernos de Chile y Argentina, una partida de alrededor de noventa gendarmes rodeó el campamento de Carabineros. El Mayor Torres avanzó sin armas hacia donde presumía que estaban ocultos los gendarmes y pidió a viva voz hablar con el oficial a cargo. El Oficial siguió adentrándose en el bosque, a la par que reiteraba sus llamados a los gendarmes, sin obtener respuesta. En ese momento, Merino y el Sargento Manríquez corrieron en dirección al sendero por donde avanzaba el Mayor Torres. Fue en ese instante cuando una bala salió de la espesa arboleda e impactó al teniente en el pecho, tras lo cual se sucedió un cerrado tiroteo.
Torres se arrojó al suelo cerca del herido, quien, agonizante, le dijo: «Me fregaron, mi Mayor». Fueron las últimas palabras de aquel heroico y joven oficial. En tanto, el Sargento Manríquez también fue alcanzado por la metralla, desplomándose junto a un árbol, mientras el Cabo Menar, que corría en apoyo a sus compañeros, debió optar por socorrer al Teniente moribundo y al Sargento herido. Tras esos episodios, un Comandante argentino ordenó a sus hombres que dejaran de disparar. El silencio llenó el ambiente, enrarecido por el olor a pólvora mortal.
Los carabineros, que en ningún momento hicieron uso de sus armas, permanecían incrédulos ante lo ocurrido, mientras el Comandante ordenaba que el cuerpo del Oficial abatido, el Sargento herido y el resto de los integrantes de la patrulla fueran conducidos a territorio argentino, estos últimos en calidad de prisioneros.
Allí permanecieron hasta el lunes 8 de noviembre de 1965, día en que fueron entregados a las autoridades chilenas, junto al cadáver del Oficial ultimado.